El obispo llega de visita a un pequeño pueblo, perdido en las cumbres del Pirineo.
El cura le recibe a las puerta de la iglesia, románica y recién restaurada.
Después de los saludos de rigor proceden a visitar las dependencias.
-Mire Ud. eminencia. La puerta está herrada con 365 clavos, cada uno diferente, con una miniatura de la imagen del Santo del Día, cincelada a mano.
-¡Buena puerta, buena puerta!, comenta el obispo.
-Mire Ud. eminencia, el retablo del altar mayor está tallado en madera y policromado en oro, con magnificas pinturas, de los cuatro evangelistas y el cordero pascual al centro.
-¡Buen retablo, buen retablo!, comenta el obispo.
-Vea Ud. Sr. obispo, la sacristía, con armarios de madera de caoba, tallada. Todas las casullas y demás ornamentos litúrgicos, bordados, a mano, en plata y oro.
-¡Buena sacristía y buenos ornamentos!, comenta el obispo.
Pasan a la casa donde reside el cura y les abre la puerta, una mulata impresionante. ¡Tremenda mulata!
-¿Y esta mulata?, pregunta el obispo.
-¡Le juro Sr. obispo que no le he tocado ni un pelo!
-¡Buena puntería!, ¡buena puntería!, comenta el obispo.