Érase una vez un reino gobernado por un noble rey. El rey tenía una hermosa hija, pero había sido hechizada por una malvada bruja. Debido a ese hechizo todo lo que la joven princesa tocaba se derretía, no importaba que fuera de metal o piedra.
Mayordomos y doncellas asistían a la bella princesa para hacer todo sin tocar nada con sus manos, pero ningún joven príncipe podía pretenderla.
El rey estaba preocupado y llamo a todos los magos y sabios del reino. Uno de ellos le aseguró que si la princesa tocaba algo que no se derritiera, se rompería el hechizo y quedaría liberada.
Así el rey llamó a quien trajera algo que fuera tocado por la princesa y no se derritiera, se casaría con la joven y heredaría la corona.
Tres jóvenes príncipes de presentaron. El primero trajo una espada hecha con el acero mas duro que existía. Ofreció la espada a la princesa pero apenas la tocó esta se derritió.
El segundo le ofreció un diamante, sabiendo que es la sustancia más dura conocida. La princesa lo tomó con la mano y el diamante se disolvió al instante.
El tercer príncipe se acercó a la joven y le dijo al oído:
---Mete tu mano en el bolsillo de mi pantalón....
La joven se ruborizó, el príncipe insistió:
---Por favor, hazlo, sentirás algo en mi bolsillo...
La joven metió su mano en el bolsillo del príncipe con timidez y sintió algo, lo tomó con los dedos y comprobó que se mantenía firme, no se derretía.
La joven dijo:
---No se derrite, el hechizo se ha roto...
El rey exuberante de alegría preguntó:
---¿Qué es lo que has tocado...?
Y la respuesta de la joven fue:

no se derrite en tus manos se derrite en tu boca...