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Antiguo 07/06/2013, 16:55   #22
Vientos
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Fido.



En un pueblo italiano, Borgo San Lorenzo, a finales de la década de 1930, había un joven de nombre Luigi, quien adoptó y crió un perrito mestizo llamado “Fido”.



Cada mañana Fido acompañaba a su amo a la estación de ferrocarril situada a unos 2 Km. del hogar.
El joven trabajaba en la carpintería de una pequeña ciudad de la zona y para desplazase tenía que tomar el tren todas las mañanas, regresando a su pueblo a las 5:30 todas las tardes. Allí estaba Fido esperando a Luigi, día tras día.


Después de expresar con brincos y ladridos la alegría del encuentro con su amo, Fido daba unas carreras y saltaba en el monte todo contento, hasta llegar a casa. Esa rutina diaria fue interrumpida bruscamente cuando Luigi fue reclutado en el ejército y enviado al frente ruso en 1943. La interrupción fue para Luigi, pero no para Fido, quien ya no iba en las mañanas, pero si se presentaba puntualmente todas las tardes en la estación del tren, esperando el regreso de su querido amo.


Fido oía de lejos apenas perceptible, el ruido de la locomotora. Todo tenso y esperanzado veía al tren pararse en la estación. Entonces iba de vagón en vagón, moviendo su colita y husmeando las escaleras y los pasajeros que bajaban para identificar alguna huella de su amo. El tren se marchaba y la gente también. Después de esperar un ratito más, Fido, triste y abatido con la cabeza baja y la cola entre las piernas, regresaba solitario a su casa donde los padres de Luigi aún albergaban una chispa de esperanza de volver a ver vivo a su hijo amado... Luigi nunca volvió. Fue una víctima más de la Segunda Guerra Mundial que mató decenas de miles de seres.


Los meses y años pasaban. A principios de los 50, Fido tenía dificultades para desplazarse; no pudo escapar a los achaques de la vejez; tenía artritis. Sin embargo, Fido no perdía esperanzas. A pesar de los dolores para movilizarse y las fuerzas que mermaban cada vez más, él seguía con su rutina convencido del regreso de su amo. El trecho de camino que hacía antes con ligereza en 15 minutos, tardaba ahora 2 horas, llegando a casa completamente agotado. En una tarde de invierno con fuerte viento y nevada, Fido dio sus últimos pasos sobre el blanco camino, se tambaleó y su noble corazón dejo de latir...
Al día siguiente encontraron su cuerpo congelado y cubierto de nieve.



Todo el pueblo conocía a Fido, todos lloraron, todos le vieron hacer sus caminatas infructuosas y sabían lo que Fido buscaba desesperadamente. No fue dificil convencer a toda esa gente de colaborar con la erección de una estatua dedicada a la memoria de Fido, situada hoy en día al lado de la misma estación de ferrocarril que Fido visitó a diario, día tras día por el resto de su vida. El epitafio: “Un ejemplo para todos los humanos de lo que es la máxima expresión del AMOR Y FIDELIDAD “.
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