La historia 'vendida' por Prieto
Prieto vendió la historia a sus camaradas como fortuita, pero nada de lo sucedido hubiera sido posible si él no hubiese viajado a México desde Chile, si el doctor Puche no hubiera retrasado el viaje y sin la connivencia del entonces presidente mexicano Lázaro Cardenas, incomprensible responsable final de entregar a Prieto el control de los fondos del Vita y los bienes que el Gobierno republicano tenía depositados en México, eximiéndole de impuestos, otorgándole la venta de material aeronáutico propiedad de la República española, reconociéndole como única autoridad republicana en México y finalmente accediendo de manera arbitraria y en contra de los intereses de México al no reconocer al Gobierno de Franco. Hasta 1977 no se restablecieron relaciones diplomáticas entre México y España.
Una fortuna incalculable que los historiadores valoraron inicialmente en poco más de 50 millones de dólares de la época, ateniéndose exclusivamente a las cuentas oficiales que Prieto quiso ofrecer en las actas del Jare. En ellas no se incluyeron multitud de ventas y reliquias pérdidas, como el manto de las ochenta mil perlas, diamantes y rubíes robados de la Catedral de Toledo, y aún menos mención se hace de los cuadros de gran formato y de valor incalculable que componían el mayor volumen de lo embarcado en El Vita.
Una contabilidad que tampoco refleja los pagos que permitieron al dirigente socialista, como a sus más íntimos colaboradores, llevar un elevado nivel de vida durante los 25 años de exilio mexicano, digno de "plutócratas y terratenientes", como les calificaban los exiliados españoles que no recibieron ayudas. En su momento se calculó que el tesoro del Vita podría estar valorado en 400 millones de dólares de la época. Nadie lo sabrá porque Prieto nunca quiso inventariar el cargamento. Sus razones tendría.
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Arthur Shopenhauer
Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.
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Los sabios son los que buscan la sabiduría; los necios piensan ya haberla encontrado. - Napoleón Bonaparte
Jamás discuto con un imbécil, pues me haría descender a su nivel y allí me ganaría por experiencia
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