Este muchacho, Juan, va a la iglesia a confesar sus pecados.
- Padre, he pecado
- Dime, hijo, libera tus pecados.
- Padre, el lunes estaba en la casa de mi novia y Padre, la casa sola, ella sola, yo solo; Padre pequé.
- No te preocupes, hijo. Es natural en un muchacho joven como tu el tener esos pensamientos y compartitlos con tu novia. No es un pecado grande, asi que dos rosarios te liberaran de culpa.
- Es que Padre -interrumpe Juan- esto no termina ahi. El martes, estaba en la casa de mi novia y estaba la mama de mi novia y bueno, ella sola, yo solo, la casa sola... Padre, pequé.
- HIJO, debes ser mas cauteloso y tratar de aguantar esos impulsos. Ocho rosarios te liberan de culpa.
A lo que Juan responde:
- Es que Padre, el miércoles estaba en la casa de mi novia y la tía estaba ahi. Y bueno, ella sola, yo solo, la casa sola, Padre pequé.
El padre ya sorprendido, le dice a Juan:
- Hijo, tienes mas trabajo que hacer. Piensa lo que hiciste y reza...
Juan interrumpe al padre otra vez:
- Padre, es que el jueves estaba en la casa de mi novia y allí estaba su abuelita. Ella sola, yo solo, la casa sola. Padre, padre pequé una vez mas.
Un silencio absoluto se apoderó de la iglesia. El padre no contestaba.
- Padre, Padre... gritó Juan mientras lo buscaba.
Al fin lo vio, agarrado de uno de los abanicos del techo.
- Pero, padre, ¿qué hace usted ahí arriba?.
A lo cual el nervioso padre contesta:
- Hijo, hoy es domingo... Yo estoy solo, tu estás solo, la iglesia esta sola, y no quiero que peques más...