abogados y sus explicaciones
El Sr. Surraqui estaba hastiado de la vida, la separación de su esposa había sido el último de una larga serie de fracasos que lo habían puesto al borde de la desesperación.
Sin motivos ya para vivir había decidido poner fin a sus males suicidándose, de modo que esa ominosa tarde de enero se levantó, tomó el revolver que lo acompañaba desde sus tiempos de cazador, lo cargó, lo guardó entre sus ropas y se dirigió hacia el Parque Central, pues había decidido morir en el mismo lugar donde había crecido, donde había alumbrado las ilusiones que luego la vida había deshojado como el más crudo invierno.
Ya en el Parque, realizó una última recorrida repasando los lugares y los recuerdos con el alma acongojada de quien ya no encuentra sentido a la existencia.
Finalmente se dirigió hacia el Puente de los Enamorados y se refugió bajo la encina donde llevaba sus novias en la adolescencia. Cansado, extrajo el arma y se la llevó a la sien.
Estaba por apretar el gatillo cuando escuchó una voz, pequeña y cantarina, que le decía:
-¡No lo hagas! ¡No lo hagas!
El Sr. Surraqui miró en torno suyo sorprendido, pues creía haber visto que no había nadie. Pero entonces la voz insistió:
-Soy yo, ¡Mirame! Acá, abajo, en el suelo.
El Sr. Surraqui obedeció la orden y sus ojos cansados se encontraron con una pequeña ranita que lo miraba desde el suelo.
- Pe..., pero...
- Si, ya se, te sorprende que pueda hablar pero, ¿Sabés?, no soy una rana, soy una bella doncella de quince años que ha sido encantada por la malvada bruja del Pantano y transformada en lo que ves. He visto lo que pretendes hacer y, antes de que lo concretes, quiero pedirte un inmenso favor, más bien rogarte un inmenso favor.
El Sr. Surraqui, anonadado, atina a decir:
-¿Un favor? ¿De qu... qué se trata?
-Tu puedes devolverme mi aspecto, tu puedes romper el hechizo. Te lo ruego...
-Pero, ¿Cómo?
-Está dicho que para recuperar mi aspecto, debo tener relaciones sexuales con un hombre.
-¡¿QUÉ?!
-Ya lo se, te espanta, ¿Verdad? Pero, por favor, piénsalo tu te vas a suicidar, ¿No lo harías sabiendo que hiciste el bien antes de morir? Anda, por favor, piensa en mi, una hermosa doncella de quince años atrapada en el cuerpo de una rana.
El Sr. Surraqui piensa, "¿Por qué no? Después de todo eso le daría un sentido a mi vida inútil". Y, sin pensarlo dos veces, procede a satisfacer el deseo de
la niña. Ni bien comienza a hacerlo, ¡Oh, milagro! La ranita se transformó en una hermosísima niña de quince años que jadeaba trémula en sus brazos. Y FUE EN ESE PRECISO E INFORTUNADO MOMENTO, SEÑOR JUEZ, QUE EL GUARDAPARQUES SORPRENDIÓ A MI CLIENTE, EL SEÑOR SURRAQUI, MALINTERPRETANDO LOS HECHOS QUE, COMO UD. VE, LO EXCULPAN COMPLETAMENTE.
__________________ AUDACES FORTUNA JUVET
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